Si bien el Papa reconoció que a lo largo y ancho del mundo aún existen obispos católicos que discriminan a la comunidad LGBTIQ y, además, apoyan las leyes que criminalizan la homosexualidad, también dejó en claro que sus actitudes responden, en parte, a los contextos culturales en los que están inmersos.

Para romper con estas creencias, que contribuyen a marginalizar a esta comunidad y a socavar sus derechos, el líder de la Iglesia cree que los obispos deben pasar por un proceso de conversión con el objetivo de “mostrar ternura, como la tiene Dios con cada uno de nosotros”.

Sin ‘pelos en la lengua’, el pontífice se refirió a un tema que, por mucho tiempo, ha sido tabú dentro de muchos ámbitos -especialmente, en la religión-: se trata de la homosexualidad.

“El ser homosexual no es un delito. No es un delito. Sí, pero es pecado. Bien, pero primero distingamos entre un pecado y un crimen. También es pecado faltar a la caridad con el prójimo”, señaló la máxima autoridad de la iglesia católica en diálogo con la agencia citada anteriormente.

De los 195 países que existen en el mundo -reconocidos por la ONU-, al menos 67 jurisdicciones penalizan las relaciones sexuales consensuadas entre personas del mismo sexo (con sentencias que van desde unos pocos meses a muchos años de prisión, o incluso castigos corporales como flagelaciones públicas) y “11 de ellos pueden aplicar o aplican la pena de muerte, según The Human Dignity Trust -que ha sido un actor principal en la lucha y la obtención de la despenalización de las personas LGBT-”, de acuerdo con ‘AP’.

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